Posters

sábado, 4 de agosto de 2007

Oh La La!

Con la melena ensortijada como si hubiera sido revuelta por alguna mano, la galera volcada, los labios y bragueta entreabiertos, la estatua de Victor Noir (nacido como Ivan Salmon) descansa y no descansa. Una erección palpable a la altura del pantalón ha provocado la calentura de algunos paseantes y Víctor Noir, periodista de La Marseillese, asesinado a los 22 años por Pedro Bonaparte, es hoy sistemáticamente sobado a través de su monumento donde el bronce se ha oscurecido en la entrepierna, adquiriendo al aspecto de un derramado seminal producto de la polución nocturna o de una fellatio de apuro. El escultor Jules Dalou, sin duda, ha sido un transgresor: primero por hacer un monumento funerario que representa al muerto acostado en una pose forense que pretende hacer una réplica demasiado viva. Yo sabía de las erecciones de los ahorcados, pero no de los heridos de bala. O bien el bueno de Dalou, como el joven Salmón fue muerto un día antes de su boda, quiso dar a la que no llegó a ser su viuda la imagen libidinosa que ella no pudo gozar como casada.
Las buenas conciencias han hecho de Victor Noir un mito femenino. Lamerlo “ahí” o montarlo con la audacia que exige eludir a los guardianes, garantizaría la fertilidad. De vez en cuando, sobre la bragueta abultada y corroída, aparece, paradojal y sorpresivo, un escarpín celeste o rosa. Pero la insistente mención de Victor en las páginas gay de Internet, muestra que el mito ha sido expropiado y adaptado: tocar íntimamente la estatua de Víctor Noir responde a una superstición más gratuita y placentera que la de garantizar la fecundidad: hacer feliz el sexo bucal con amigo o desconocido, ya sea en el cementerio mismo, como en el yire. “Toda degradación, por medio de grafittis, tocamientos indecentes u otros medios puede ser perseguida”, dice un cartelito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no pude montarme, no me atrevi, pero mi hermana si XDD

Illegal dijo...

Me encantan tus historias en París jejeje